domingo, 30 de enero de 2011

Crimenes de Max Haines

Mató a su esposa con veneno y gas
La muerte de Lizzie no fue accidental
por MAX HAINES

Elizabeth Dyer se enamoró perdidamente de su profesor. Aunque esto no es un fenómeno inusual, Lizzie se tomó su encaprichamiento demasiado en serio. Pero, ¿quién la puede culpar por ello? Ella apenas tenía 15 años, mientras que su profesor, Eugene Chantrelle, quien ha debido ser más juicioso, era un hombre maduro de 34.

Chantrelle había sido educado en Estrasburgo y París. Afirmaba que había asistido a la escuela de Medicina, pero por motivos que sólo él conocía, no se había molestado en obtener su título de médico.

En 1867, el zalamero y aristocrático Eugene estaba enseñando griego, francés y latín en Edimburgo, Escocia. El apuesto profesor se erguía tan derecho como una flecha y tenía el cabello ondulado y castaño.

Lizzie fue detrás de Chantrelle con obstinada determinación, y usó todas sus artimañas, que incluso a los 15 años eran notables, para conquistar al profesor. Tuvo éxito y en poco tiempo quedó embarazada.

Cuando los padres de Lizzie se enteraron del delicado estado de su hija, estuvieron de acuerdo en que un matrimonio era una absoluta necesidad. En agosto, la alumna y el profesor contrajeron nupcias.

El matrimonio no fue bendecido por la felicidad. Chantrelle era temperamental y explotaba a la menor provocación. En 1876, la pareja ya tenía tres hijos: Jack, Louis y un bebé recién nacido.

Para 1877, Chantrelle se bebía una botella diaria de whisky en casa. Cada tarde se le podía encontrar en su bar favorito. Para completar el cuadro, al profesor de idiomas extranjeros le gustaba frecuentar la casa local de mala reputación. Digámoslo claramente, Chantrelle no era lo que se pudiera llamar un buen hombre de familia.

Los Chantrelle contrataron una criada, Mary Byrne. Es por ella que llegamos a saber que el señor de la casa humillaba a su esposa frente a los niños y que frecuentemente se refería a ella como "esa perra". A veces la golpeaba. En esas ocasiones, Lizzie se retiraba a la casa de su madre, pero siempre volvía, decidida a lograr que su matrimonio tuviera éxito.

En una oportunidad, Lizzie llegó incluso a hacer que encarcelaran a su esposo por golpearla, pero cuando llegó la hora de presentar cargos, desistió.

La forma de beber y las parrandas de Chantrelle le pasaron factura financieramente. Vio como sus alumnos lo dejaban uno a uno. Un préstamo del banco alejó momentáneamente a los acreedores, pero a medida que transcurría el tiempo, el banco comenzó a presionarlo para que cancelara el préstamo.

Desesperado, el profesor trató de complementar sus ingresos trabajando medio tiempo como agente de seguros para la firma Star Accidental Assurance Co. Sólo vendió una póliza, pero mientras estuvo empleado como agente, hizo muchas preguntas en torno a qué constituía legalmente una muerte accidental que obligara a la compañía de seguros a pagar.

Chantrelle, pues, aseguró su vida y la de Lizzie por mil libras cada una.

Lizzie, quien estaba al tanto de las pólizas de vida, le dijo a su madre: "Mi vida ahora está asegurada. Mamá, verás que mi vida se irá pronto". La señora Dyer le aseguró a Lizzie que no tenía nada de que preocuparse. Sin embargo, su madre estaba totalmente equivocada.

La víspera de año nuevo de 1877, la familia tuvo una cena placentera, después de la cual los niños fueron llevados a la cama. Al día siguiente, despertaron y cada quien siguió su rutina acostumbrada. La criada Mary pasó el día en casa de una amiga y regresó a las 9:45 de la noche. Chantrelle le informó que Lizzie no se sentía bien y que se había acostado. Mary fue a conversar con ella un momento y Lizzie le dijo que se estaba sintiendo mejor y le pidió que le pelara una naranja. Mary realizó el encargo y se retiró.

A la mañana siguiente, mientras Mary se ocupaba de calentar el agua para preparar el té en la cocina, escuchó un fuerte gemido procedente del dormitorio. Corrió hacia Lizzie y la encontró muy pálida, acostada sobre la cama como si estuviera inconsciente. También advirtió ciertas manchas sobre la almohada y las sábanas, que en ese momento pensó eran producto de un vómito. Entonces Mary despertó a Chantrelle y le dijo que llamara a un médico. El profesor le preguntó a la criada si no olía a gas. Ella le respondió que no le parecía, pero después de un rato sintió un olor que asumió era gas.

Chantrelle salió de la casa en busca de asistencia médica. El doctor James Carmichael lo acompañó de regreso a la residencia y olió el gas de inmediato. Dio instrucciones de que pasaran a Lizzie a otra habitación. Envió por el doctor Henry Littlejohn, quien llegó en cuestión de minutos. Este doctor señaló que Lizzie estaba al borde de la muerte y que no se recuperaría. Ordenó, pues, que llevaran a la paciente a la Real Enfermería y que llamaran a la compañía de gas para que inspeccionara la casa.

La madre de Lizzie se presentó con el médico de la familia. El doctor Gordon examinó los síntomas de la paciente y llegó a la conclusión de que su estado no era producto de inhalar gas que se hubiera escapado de alguna tubería, sino resultado de envenenamiento con narcóticos. Chantrelle se enfureció al enterarse de que los médicos pensaban que Lizzie había sido envenenada. Salió disparado del hospital, completamente indignado. Cuando regresó, Lizzie ya había muerto. Durante toda la conmoción, Chantrelle se mantuvo ebrio.

Los médicos se debatían ante un dilema. Creían que Lizzie había sido envenenada, pero muchos de sus síntomas correspondían a un envenenamiento por gas. La compañía de gas descubrió que un tubo había sido aflojado intencionalmente y la policía concluyó que alguien había envenenado a Lizzie con opio. Pensaban que cuando Chantrelle fue llamado por Mary, de inmediato llegó a la conclusión de que la muerte no sería considerada accidental, por lo que no podría cobrar el seguro de mil libras. Así que aflojó el tubo de gas, pensando que una fuga sería aceptada de buena fe como un accidente.

La autopsia no logró establecer la causa de la muerte. No se pudo demostrar la presencia de opio, aunque se encontraron trazas en las manchas de vómito en la almohada y las sábanas de Lizzie. Eugene Chantrelle fue enjuiciado por el asesinato de su esposa.

Fue encontrado culpable y sentenciado a morir en la horca el 1° de junio de 1878.
Tomado de la Revista Estampas del Universal, Venezuela

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