viernes, 6 de febrero de 2009

CRÍMENES MAX HAINES

EL MORTÍFERO DONELLY



Una pelea entre ebrios terminó con un hombre muerto y otro que se ocultaba de la ley


Llegaron desde el Condado Tipperary a mediados del siglo XIX para establecerse en un nuevo territorio. La mayoría de ellos recorrieron el camino hasta Lucan, en la provincia canadiense de Ontario, para estar con sus compatriotas y fundar pequeñas granjas en medio de la tierra virgen. Era una propuesta tentadora. La tierra se podía comprar por apenas 13 chelines la media hectárea. Los nuevos inmigrantes trabajaban muy duro.Uno de ellos era Jim Donnelly, un hombre pequeño y bien parecido que llegó antes que su esposa, Johannah, y su hijo, James, a la nueva tierra. Dos años después, Johannah y su pequeño hijo se reunieron con Jim en Lucan. Un año más tarde, Johannah dio a luz a su segundo hijo, William, quien nació con un pie zambo. En los siguientes años, otros cinco niños, John, Patrick, Michael, Robert, Thomas y una única niña, Jenny, bendecirían la unión.Independientemente de la reputación que Jim Donnelly adquiriría más tarde, nadie jamás pudo decir que él fuera un holgazán o careciera de ambición. Se estableció en un pedazo de tierra vacante a lo largo de la Roman Line, llamada así por el gran número de católicos romanos cuyas granjas bordeaban la vía. La parcela en la que se estableció Jim pertenecía a John Grace. En 1855, Grace vendió la mitad del terreno a Michael Maher, quien, a su vez, lo arrendó a Patrick Farrell.Patrick Farrell quería su tierra, y en eso consistía el problema. Uno debe tomar partido cuando estudia la saga de Jim Donnelly y su familia. En cada desarrollo de la historia él podía ser descrito como un bellaco malhumorado o un hombre con motivos para luchar por sus derechos y mantener sus principios. Le toca al lector decidir.Los irlandeses habían traído con ellos al Nuevo Mundo todas las supersticiones y riñas familiares que habían sido transmitidas a través de generaciones en Tipperary. En poco tiempo se formaron alianzas a lo largo de la Roman Line. Algunos vecinos se peleaban contra otros. Las disputas sobre límites de terrenos, ganado y derecho de paso a veces se solucionaban en los tribunales, aunque con más frecuencia se arreglaban a golpes frente a la Keefes Tavern, una de 12 tabernas que prosperaban en la pequeña región.Ahora bien, Patrick Farrell quería la tierra que legalmente le pertenecía, pero allí estaba Jim Donnelly. Él y su esposa, con la ayuda de sus pequeños hijos, habían trabajado año tras año, desde el amanecer hasta el ocaso, limpiando la tierra hasta que se convirtió en una granja operativa. Para todos, eso era algo sagrado, era su propiedad. Después de todo, otros habían invadido tierras sin preocuparse por las formalidades legales.Un día, Farrell se dirigió a la granja Donnelly. Jim salió del establo, que aún se mantiene en pie, después de más de 150 años, sombrío testigo de los acontecimientos que estaban por ocurrir. Farrell le dio a Jim una hora para que saliera de su propiedad. Se intercambiaron palabras ásperas al principio y luego golpes.Farrell era más alto y más pesado que Jim; tenía por lo menos 20 kilos más que él. Pese a estas desigualdades, se dice que Jim le dio una tremenda golpiza a Farrell mientras Johannah y los chicos lo animaban.Farrell llevó su caso a los tribunales. El fallo judicial no le cayó bien a Jim Donnelly: a Farrell la dieron las 20 hectáreas del sur, mientras que Jim recibió las escrituras de las 20 hectáreas del norte.Ambos hombres se convirtieron en enemigos mortales. Aparentemente, Jim disparó, un poco al azar, hacia Farrell, quien vivía cerca de su granja. El tiro falló, pero Farrell quedó convencido de que su enemigo había tratado de matarlo. Lo acusó formalmente de "disparar con intenciones criminales".Justo antes del día de Año Nuevo de 1865, Jim se presentó ante el tribunal de Goderich y juró que mantendría la paz por un año y no molestaría a Patrick Farrell. Durante los dos siguientes años, Farrell afirmaría que Jim era el responsable de la serie de desgracias que acaecieron en su granja. Las vacas enfermaron y murieron repentinamente. El establo misteriosamente se incendió.
La segunda confrontación entre Jim Donnelly y Patrick Farrell tuvo lugar el 27 de junio de 1857. En los días de los pioneros, los vecinos acostumbraban realizar reuniones para limpiar terrenos o construir un establo. Los hombres de la comunidad donaban su mano de obra y animales para completar el trabajo en tiempo récord. Justo en ese fatídico día de junio, varios hombres estaban en una de esas reuniones comunitarias para cortar árboles en la pequeña propiedad de William Maloney. Algunos de los hombres habían traído jarras de whisky. Otros esperaban que Maloney suministrara la bebida por el día de trabajo. El gran Pat Farrell estaba allí, igual que Jim Donnelly.Los bueyes resoplaron y las cadenas se pusieron tensas. Los hombres cubiertos de sudor se quitaron las camisas. Era un trabajo duro, por lo que provocaba tomar grandes tragos del whisky que Maloney suministraba en abundancia. Según se desprende de los relatos sobre los acontecimientos, parece que tanto Farrell como Jim estaban tomando ese día; lo más seguro es que Farrell estaba ebrio. Cada vez que ambos hombres estaban juntos intercambiaban entre ellos un comentario desagradable. Jim y Pat comenzaron a pelear, pero los separaron antes de que se hicieran algún daño. Se dice que Jim provocó a su enemigo para que siguiera la pelea. Pat agarró lo que tenía más cercano, una vara. La herramienta, una pieza de madera dura de un metro de largo, se usaba como palanca para mover grandes troncos; era un arma formidable.En cuestión de minutos, Farrell enfrentó a Jim, quien también había agarrado otra vara. Una vez más, prevaleció la cordura; los dos adversarios fueron separados. Se dice que Big Pat cayó sobre sus rodillas, por un empujón o por efecto del whisky de Maloney. Justo en ese momento, Jim alzó su vara y la descargó con toda su fuerza sobre la cabeza de Farrell. Momentos después, moría. La reunión terminó abruptamente. Hombres con el rostro pálido miraron a Jim Donnelly, quien lentamente se alejó del lugar y caminó hacia su casa.
Dos días después se realizó una investigación en torno a la muerte de Farrell. Jim Donnelly no se presentó, pero el grupo de investigación se las arregló muy bien sin su presencia. Llegaron a la conclusión de que Jim lo había asesinado y se emitió una orden para su arresto. Pero Jim no se encontraba por ningún lado. Había huido, aunque no muy lejos; se ocultaba en el bosque, el cual bordeaba la parte trasera de las granjas ubicadas a lo largo de Roman Line. Los hijos mayores -James, de 15, Will, de 12, y John, de 10- le llevaban provisiones. A veces, Jim usaba ropas de mujer y lograba trabajar sus campos mientras era buscado por la ley.Debido a la llegada del invierno y las severas nevadas que impulsaba el viento y pasaban como torbellino por Roman Line, a Jim se le hacía mucho más difícil continuar huyendo. Frecuentemente pasaba las noches en el establo de algún granjero. Hay cierta evidencia de que amigos de los Donnelly le permitían permanecer en sus hogares durante cortos períodos de tiempo.Sin embargo, vivir escondido sencillamente no es vivir. Johannah necesitaba a su hombre; los niños de Jim necesitaban un padre. El 7 de mayo de 1858, después de huir durante un año, Jim Donnelly se entregó al alguacil de la localidad. Fue enjuiciado, encontrado culpable de asesinato y sentenciado a morir en la horca.Debido a su naturaleza, Johannah Donnelly no era una mujer que se cruzara de brazos mientras la vida de su esposo estaba en peligro. Comenzó a recolectar firmas para una petición de clemencia. El odio que algunos vecinos sentían por Jim Donnelly se vio superado por un sentido de la justicia. La muerte había ocurrido durante una pelea entre ebrios. Si Pat Farrell hubiera conectado uno de sus desatinados golpes, sería él quien estuviera bajo la sombra del verdugo.Johannah se adentró en los campos en búsqueda de hombres que conocieran a su esposo y lo consideraran de manera diferente que sus enemigos en Lucan. Nada más y nada menos que el fiscal general John A. Macdonald, quien luego se convertiría en primer ministro de Canadá, conmutó la sentencia de Jim de pena de muerte a siete años de cárcel. Los fríos portones de hierro de la Penitenciaría Kingston se cerraron detrás de Jim Donnelly. Dos meses después, Johannah dio a luz a Jenny.Sólo podemos imaginar la difícil situación de Johannah Donnelly, con siete niños y una bebé por quienes velar y una granja que administrar, además de tener que vivir entre muchas personas que odiaban al clan Donnelly apasionadamente. Es un tributo a la notable determinación de esta mujer el que ella hubiera logrado dirigir con éxito y mejorar la granja durante la ausencia de su esposo.Transcurrieron siete años. Pese a las peticiones, Jim cumplió cada día de su condena. Ahora, con 48 años, regresaba con su familia. Su hijo mayor, Jim, era un joven hombre de 23 años. Jim Donnelly regresó al pueblo, y la vida en Lucan nunca sería la misma.
Traducción: José Peralta.
Ilustraciones: David Márquez. davidmarquez@cantv.net
Tomado de la Revista Estampas del Universal.

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